Libertad de expresión y ley mordaza, anarquismo y Estado

En mis delirios de escritora, llevo tiempo queriendo escribir una novela. Tengo montañas de apuntes sobre esta. ¿Que por qué no la he escrito aún? Por miedo a la represión. Siendo como soy, insubordinada por naturaleza e irreverente desde pequeñita, no dejaría títere sin cabeza. Políticos, estados, religiones, empresas, todo lo que tenga lugar entre las hojas de mi bebé sería duramente satirizado, criticado y humillado con mi afilada pluma.

Si bien mi reflexión sobre la libertad de expresión es universal, quiero que veamos las leyes que me impedirían escribir esta novela en España. Os presento a nuestros tres amiguitos de hoy:

Ley mordaza — Se ha ganado el apodo popular a pulso.

Artículo 504

  1. Incurrirán en la pena de multa de doce a dieciocho meses los que calumnien, injurien o amenacen gravemente al Gobierno de la Nación, al Consejo General del Poder Judicial, al Tribunal Constitucional, al Tribunal Supremo, o al Consejo de Gobierno o al Tribunal Superior de Justicia de una Comunidad Autónoma. El culpable de calumnias o injurias conforme a lo dispuesto en el párrafo anterior quedará exento de pena si se dan las circunstancias previstas, respectivamente, en los artículos 207 y 210 de este Código. Se impondrá la pena de prisión de tres a cinco años a los que empleen fuerza, violencia o intimidación para impedir a los miembros de dichos Organismos asistir a sus respectivas reuniones.
  2. Los que injuriaren o amenazaren gravemente a los Ejércitos, Clases o Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, serán castigados con la pena de multa de doce a dieciocho meses.

Injurias a la Corona — O cómo el Rey puede meterme en la cárcel por opinar de su barba (es fea de cojones).

Artículo 490.3

El que calumniare o injuriare al Rey o Reina a cualquiera de sus ascendientes o descendientes, a la Reina consorte o al consorte de la Reina, al Regente o a algún miembro de la Regencia, o al Príncipe o Princesa de Asturias, en el ejercicio de sus funciones o con motivo u ocasión de éstas, será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años si la calumnia o injuria fueran graves, y con la de multa de seis a doce meses si no lo son.

Sensibilidad religiosa — La blasfemia hecha delito, la sombra de la Inquisición es alargada.

Artículo 525

  1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes los profesan o practican.
  2. En las mismas penas incurrirán los que hagan públicamente escarnio, de palabra o por escrito, de quienes no profesan religión o creencia alguna.

Pero, ¿y si me cago en la constitución y en la princesa Leonor? ¿Y si después el Papa y toda su red de pedófilos me limpian el culo a lengüetazos? Me meten en la cárcel. Resulta que mi libertad de expresión no es un derecho tan fundamental después de todo. En la práctica, solo se nos permite la libertad de expresión en la medida en que expresar nuestras opiniones no cambie nada.

Como cometas la osadía de hacer un comentario que sea un ápice amenazante contra la clase dominante, puedes ir olvidándote de tu libertad de expresión. Y si creéis que estas cosas solo pasaban en tiempos de Franco, que estas leyes no se aplican por decir cualquier cosa y son para «protegernos de los terroristas», estáis muy equivocadas.

Destaca la «Operación Araña», nombre de las ciberredadas de la Guardia Civil entre 2014 y 2016 en las cuales hubo 77 detenidos por posts enalteciendo el terrorismo en redes sociales, muchos no sobrepasaban los 20 años. Podemos encontrar sentencias como 1 año y 8 meses de prisión «por un twitt, dos retwitts y un vídeo de Youtube». Vamos, la viva definición de terrorista.

Hay otros muchos casos fuera de la Operación Araña, por nombrar algunos: aplicaron la ley antiterrorista a una okupa vinculada con una organización anarquista y otro caso donde aplicaron la misma ley a un activista antifascista.

Pero ya basta de ejemplos. Pienso que las anarquistas estamos suficientemente despiertas como para saber que el Estado no nos proporciona ningún tipo de libertad. La entera existencia del Estado consiste en quitarnos todas nuestras libertades y privilegios para empoderar a la élite, minoría dominante cuya servidumbre es la razón de la existencia del Estado en primer lugar. Después de despojarte de toda libertad y entregárselas todas a los ricos, el Estado contempla devolverte algunos derechos y libertades a través de leyes, pero no te dejes engañar, por mucho que la constitución hable de libertad de expresión, esta no tiene nada de libre. Un nombre más preciso para esta libertad de expresión protegida por el Estado sería «expresión controlada» o «expresión aprobada por el estado». Porque aún tenemos prohibido decir algo que amenace al Estado o a aquellos que se benefician de él. Aún somos legalmente vulnerables a que te lluevan denuncias por haber hablado mal de alguien poderoso y te machaquen con sus bufetes de abogados. Aún nos meten en la cárcel por decir que el Rey es un parásito. Aún corremos el riesgo de llevarnos una paliza por responder a un policía. Aún estamos siendo encarceladas y esclavizadas por formar ciertas asociaciones, protestar ante injusticias o por pronunciar palabras que no querían oír.

Porque las «libertades» que nos garantiza la ley solo son las migajas de las libertades que esta misma nos arrebata. Las libertades que nos garantizan las leyes son una mentira que nos cuentan los legisladores para convencernos de dejarnos gobernar por ellos. Como anarquistas, como gente que no quiere ser gobernada, gente que ve a través de las sucias mentiras que nos cuentan los políticos, debemos saber distinguir que un trocito de libertad no es libertad. No nos conformamos con las migajas. Queremos y reclamamos el pan entero.

Anexo: Un comentario sobre la paradoja de la tolerancia

Puede chocar un poco con mi argumento principal, pero considero irresponsable defender la libertad de expresión como la he defendido sin explicar este matiz tan importante.

Las anarquistas llevamos reclamando libertad de expresión desde los inicios del movimiento. Después de todo, siempre hemos sido una minoría de gente llana que se opone al poder, y hemos sido perseguidas, encarceladas y asesinadas. Han prohibido nuestros periódicos, quemado nuestros libros y cerrado nuestras webs. La libertad de expresión es un pilar fundamental del movimiento anarquista.

Pero hay otro grupo que clama libertad de expresión. La ultraderecha que vuelve a estar de moda con personajes como Trump, Milei, Bolsonaro o Abascal a la cabeza. Estos personajes, por llamarlos de alguna manera, se autoproclaman grandes defensores de la libertad, con hincapié en la libertad de expresión. Pero el único derecho a la expresión que quieren es el de ser unos intolerantes odiosos. La única libertad que quieren estos neofascistas es la de villanizar a los gays, a las personas trans, a los inmigrantes, a las mujeres. Quieren la libertad para prohibirnos abortar, prohibirnos casarnos y prohibirnos ser nosotras mismas. El odio permite al Estado buscar cabezas de turco en grupos marginales que culpar como distracción cuando las cosas no van bien. Esto ocasiona divisiones sociales que dificultan enormemente la organización de insurgencias contra el poder.

Esta gente causa lo que se conoce como la paradoja de la tolerancia. Esta paradoja declara que si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes, gente como Trump o Abascal y sus técnicas de populismo patriótico barato. Si queremos tolerancia, no podemos tolerar a los intolerantes. El mismo filósofo que plantea esto, Karl Popper, nos dice que permitir libertad de expresión a aquellos que la utilizarían para eliminarla es una paradoja.

Hay personas que entran en espacios anarquistas y empiezan a soltar mensajes de odio contra las personas trans, los gays o los inmigrantes. Cuando les llamamos la atención sobre su retórica intolerante, apelan a su derecho a la libertad de expresión. Porque, ¿las anarquistas siempre hemos defendido la libertad de expresión, verdad? Entonces, tenemos que respetar su discurso de odio, ¿no? ¡Y una mierda! Estas personas ni son anarquistas ni tienen una puta idea de anarquismo.

Por ejemplo, si emplean «maricón» como insulto, están considerando a los homosexuales dignos de desprecio y burla. Eso es ejercer autoridad sobre todas las personas no heterosexuales y algo que las anarquistas no toleramos. Así que, como buenas anarquistas, ejerceremos nuestro desprecio a la autoridad y nuestra libertad a la libre asociación para mostrarles la puerta y no tolerar a la persona intolerante en nuestros espacios.

Las anarquistas podemos elegir, y elegiremos, no asociarnos con personas que creen tener derecho a reprimir a las demás. Las anarquistas somos antiautoritarias hasta la médula, y esto significa que no vamos que aguantar basura intolerante en nuestros espacios.

Conclusión

Hay mucho que decir sobre la libertad de expresión, pero después del monstruoso artículo de la última vez, quería hacer este directo y conciso.

La ley de injurias a la corona, la ley de sensibilidad religiosa y, en especial, la ley mordaza suponen un grave atentado contra la libertad de expresión. Así que desde aquí me sumo a la protesta y denuncio lo siguiente: ¡ABAJO LA LEY MORDAZA! ¡ABAJO LA LEY!